miércoles, 1 de marzo de 2017

A 46 años de las "300 Indy". Carlos Pairetti: "Rafaela fue una fiesta"

Foto: El Gráfico 
Carlos Pairetti fue campeón de Turismo de Carretera en 1968 y protagonista de todas las categorías nacionales entre 1962 y 1978. Brilló en el ámbito internacional en la F3 Europea y en las últimas ediciones de los Mil Kilómetros de Buenos Aires, con Porsche, Ferrari y Alfa Romeo. Luego de un intento en Indianápolis, corrió en la Fórmula Indy cuando, en 1971, la categoría salió por primera vez de Estados Unidos para abrir su campeonato en Argentina. Desde Arrecifes, salpicado por anécdotas, "Il Matto" habló con Seis en Línea, en Radio URBE, sobre aquella carrera en el ovalo de Rafaela.

-Cuando le dicen 300 Indy, ¿qué le viene a la memoria?
-Que yo trabajé mucho para que viniera esa carrera. Yo había estado el año anterior en Indianápolis, donde di 200 vueltas pero ni intenté clasificar. A mi auto le faltaban 12 millas de velocidad para ser 33 en la grilla. En aquel momento hablé sobre venir a la Argentina y a lo único que le tenían miedo era a los guard rails de Rafaela, pues ellos corrían rodeados por paredones. No fue fácil convencerlos a los "Gringos". Pero les demostramos que aguantaban como si fuera una pared. Sólo se invirtió el sentido de giro y no hubo ningún problema.

-En el óvalo, usted ya había ganado las 500 de Rafaela para Mecánica Argentina Fórmula Uno..
-El 7 de setiembre del ´68, a 217 de promedio..

-Y los Indy andaban a..
-Yo anduve a 345 y Al Unser, que ganó, a 382, siempre hablando de velocidad final. Una cosa de locos. Rafaela era más rápido que los circuitos de Estados Unidos, con rectas 200 metros más largas que las de Indianápolis.

-¿Y como fue la adaptación suya, como piloto, a una categoría tan distinta a todo lo que había corrido antes?
-Yo estaba acostumbrado a correr en cualquier cosa, lo único era que teníamos 900 caballos atrás, que no se manejan tan fácil. Había que llevarlo con dos deditos nomás, con sensibilidad.  Me adapté enseguida, a la segunda o tercera vuelta andaba en el tiempo que hice en clasificación. Había corrido varias veces en Rafaela y conocía bien el circuito. En los cabezales, Al Unser y yo hacíamos el mismo tiempo, ocho segundos y una décima, los más rápidos en ese sector. Sólo el sábado me mande un "macanón"...

-El famoso trompo...
Si (riendo), dos trompos me mandé!!! Mi coche tenía dos turbos, salí con el primero y cuando lo aceleré enganchó el segundo y empecé a hacer trompos en la mitad de la calle de boxes...menos mal que no había nadie, pero después me dijeron tantas cosas los americanos, me cagaron a pedos todo el día.

-¿Qué decían los americanos de correr en Rafaela?
-Estaban tan contentos los tipos. Yo había estado en Indianápolis un mes, conviviendo con ellos, y era una cosa fría, y en Rafaela la pasaban tan bien. Yo corría para cervecería Santa Fe, armé un box muy grande y la cervecería instaló allí no sé cuantos tambores de cerveza. Después de las seis de la tarde, era una romería, porque antes de esa hora no se podía tomar una gota de alcohol. A las seis, venían en bandada y se quedaban hasta la noche. Hacía muuucho calor, se tomaban todo...estaban felices.

-¿Qué piloto de los americanos le llamó la atención?
-Había dos o tres muy fuertes, Al Unser y Bobby Unser, y algunos loquitos... Johnny Rutherford andaba muy fuerte. Pero en un óvalo te disimula mas el buen motor que tengas, a mi me dijeron que yo tenía 900 caballos. Al Unser cuánto tendría?. Andaba 12 millas más que yo, tendría 950 caballos, una potencia infernal. Los primeros días me dolía la espalda y yo les decía a los mecánicos "este asiento cede, yo noto que se va para atrás", y eran los omoplatos y las costillas mías que se iban para atrás por la fuerza de la aceleración.

-¿Y pasada la carrera, que decían los americanos de Pairetti?
-Estaban chochos conmigo. Yo empecé a andar bien con ellos allá. El día que rendí examen en Indianápolis, los pilotos más importantes que había en el circuito fueron todos a verme clasificar. Di 10 vueltas, con el tablero tapado, te manejas por oído. Después nos reunimos en una oficina donde todos evaluaron mi desempeño. Le erré una sola vuelta, por una centésima, y me aprobaron, le saqué la cinta de "rookie" que tenía el auto atrás y me entregaron un diario, que hoy no se donde está, que decía "EL ROOKIE PAIRETTI APROBO EL EXAMEN" en letra catástrofe.

-¿Y algo de esa experiencia de ver trabajar a esos equipos, pudo aplicarlo en su carrera deportiva posterior?
-La organización, que era excelente, los tipos no se equivocaban en nada. Eran muy severos, trabajaban muy bien.

-¿Por qué no se pudo repetir la visita de la Indy?
-Porque no se cuánto, pero perdieron mucha plata. Hubo 77.000 personas en el circuito ese día, estaba repleto, pero traer el circo ese costaba mucho. Dos aviones de carga hicieron falta sólo para traer los 28 autos, que aterrizaron en Paraná. Rafaela fue una fiesta pero al Club Atlético le costó varios años remontar la pérdida que le significó la carrera.

-¿Rafaela es su mejor recuerdo del automovilismo?
-Es difícil decirlo ahora, sin pensarlo, corrí 43 autos de carrera, con tantas anécdotas por todos lados, que no podría decirte ciertamente mis mejores recuerdos. Buen recuerdo fue Europa para mi, en el año 66, corriendo en un Brabham nuevo, cero kilómetro. Recuerdo que en Monza me fui afuera en Lesmo y por esquivarme varios se golpearon. Jonathan Williams pasó, y fue el que ganó. Nos llevaron en la misma ambulancia con Regazzoni, que no paraba de putearme en italiano mientras largaba sangre por la boca. Se había mordido la lengua nomás.

-De ahi viene el sobrenombre de "Il Matto" (el loco).....
-Si, eso fue allí, en Monza.

-¿Le quedó alguna cuenta pendiente con el automovilismo?
-Si, una muy grande, que no la pude cumplir por culpa mía nada más. Me hubiera gustado correr las 24 Horas de Le Mans. Me invitó José María Juncadella para correr con la Ferrari 512 S que habíamos compartido en los Mil kilómetros de Buenos Aires en el año 71 y yo no quise ir. Estaba en uno de los mejores momentos míos acá en Argentina, corriendo y ganando en dos o tres categorías y...ya está. A llorar a los velorios.